Cuando quieres morir, pequeñas cosas comienzan a suceder. Dejas de mirar a ambos lados antes de cruzar la calle, empiezas a abrir la puerta sin preguntar quién está ahí. No te coges a la barandilla cuando bajas las escaleras mecánicas. La decisión de morir es en realidad casi agradable, en cierto modo. Tú ya no les importas. Dejas de buscar la manera de sobrevivir.
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